miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA LETRILLA

Poesía poliestrófica; es una variante del villancico y se asemeja mucho a él. Quevedo fue quien más cultivó este estilo poético que se asienta en argumentos satíricos ó burlescos.


Sabed, vecinas,
que mujeres y gallinas
todas ponemos
unas cuernos y otras huevos.

Vienensé a diferenciar
la gallina y la mujer,
en que ellas saben poner,
nosotras sólo quitar;
y en lo que es cacarear,
el mismo tono tenemos.
Todas ponemos,
unas cuernos y otras huevos.

Doscientas gallinas hallo
yo con un gallo contentas;
mas si nuestros gallos cuentas,
mil que den son nuestro gallo;
y cuando llegan al fallo,
en cuclillos los volvemos.
Todas ponemos,
unas cuernos y otras huevos.

En gallinas regaladas
tener pepita es gran daño,
y en las mujeres de ogaño
lo es el ser despepitadas;
las viejas son emplumadas,
por darnos con que volemos.
Todas ponemos,
unas cuernos y otras huevos.

(Francisco de Quevedo, Todas ponemos)



Que un sabio de mal humor
llame locura al amor,
ya lo veo;
pero que no se enloquezca
cuando otro humor prevalezca,
no lo creo.

Que una doncella guardada
esté del mundo apartada,
ya lo veo;
pero que no muera ella
por salir de ser doncella,
no lo creo.

Que un filósofo muy grave
diga que de amor no sabe,
ya lo veo;
pero que no mienta el sabio
con el pecho y con el labio,
no lo creo.

Que una moza admita un viejo
por marido o por cortejo,
ya lo veo;
mas que el viejo en confusiones
no dé por cuernos doblones,
no lo creo.

Que un amante abandonado
diga que está escarmentado,
ya lo veo;
pero que él no se desdiga
si encuentra grata a su amiga,
no lo creo.

Que una vieja ya se asombre
hasta del nombre del hombre,
ya lo veo;
pero que ella no quisiera
ser de edad menos severa,
no lo creo.

Que una mujer a su amante
jure ser siempre constante,
ya lo veo;
pero que se pase un día
y ella quiera todavía,
no lo creo.

Que de todas las mujeres
no importen los pareceres,
ya lo veo;
pero de que la que amamos
el parecer no sigamos,
no lo creo.

Que la mujer, cual cristal,
la quiebre un soplo fatal,
ya lo veo;
pero que pueda soldarse
si una vez llega a quebrarse,
no lo creo.

Que al espejo las coquetas
estudien mil morisquetas,
ya lo veo;
pero que sea el cristal
el objeto principal,
no lo creo.

Que bastante he murmurado
en lo que está criticado,
ya lo veo;
pero que mucho no pueda
criticarse en lo que pueda,
no lo creo.

Que la novia moza y linda
al novio viejo se rinda,
ya lo veo;
pero que crea el barbón
que ella rinde el corazón,
no lo creo.
(José Cadalso, Letrilla)



Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fuí,
y hoy sombra mía aun no soy,

La aurora ayer me dio cuna,
la noche ataúd me dio;
sin luz muriera, si no
me la prestara la luna.
Pues de vosotras ninguna
deja de acabar así,
aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

Consuelo dulce el clavel
es a la breve edad mía,
pues quien me concedió un día
dos apenas le dio a él,
efímeras del vergel,
yo cárdena, él carmesí,
aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fuí,
y hoy sombra mía aun no soy.

Flor es el jazmín, si bella
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fuí,
y hoy sombra mía aun no soy.

Aunque el alhelí grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un mayo entero,
morir maravilla quiero,
y no vivir alhelí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

A ninguna, al fin, mayores
términos concede el sol
si no es al girasol,
Matusalén de las flores;
ojos son aduladores
cuantas en él horas vi.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fuí,
y hoy sombra mía aun no soy.
(Luis de Góngora, La brevedad de las cosas humanas)




La letrilla moderna combina cinco ó más versos cortos con estribillo.


Amarilla sale Inés
de su lecho hospitalario,
y, gracias al herbolario,
cuando viene don Andrés,
ya está como una amapola.
Ruede la bola.

Responde con ceño adusto
aquel varón displicente
al clamor del indigente;
pero se pasma de gusto
cuando oye tocar la viola.
Ruede la bola.

Ayer me amó Clori bella,
y hoy me mira con desprecio.
Y ¡qué! ¿Seré yo tan necio
que en la garganta por ella
me dispare una pistola?
Ruede la bola.

La que hoy vende alcarabea
fue ayer señora eminente;
y, gracias a un intendente,
hoy tiene coche y librea
la que ayer era manola.
Ruede la bola.
(Bretón de los Herreros, Letrillas satíricas, XI)









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