martes, 24 de noviembre de 2009

LA SEXTINA PROVENZAL

Es una compleja combinación de treinta y nueve endecasílabos estructurados en seis estrofas de seis versos cada una y una contera final de tres versos inventada por el trovador provenzal Arnaut Daniela fines del siglo XII.
No tiene rima, sino una serie de seis palabras finales que se van repitiendo en distinto verso, pero siempre al final de cada uno, en cada estrofa, de forma que las seis palabras finales de los seis versos de las seis estrofas sean las mismas, sólo que en diferente posición.
Si bien la sextina es isométrica en su desarrollo, ya la de Arnaut Daniel cuenta con versos de distinta medida (7, 10, 10, 10, 10, 7).
El trovador Ponce Fabre d’Uzès escribe una en octosílabos, y Crespí de Valdaura emplea el dodecasílabo dactílico y no el endecasílabo.


El esquema de las palabras finales de los versos es la siguiente:
1ª Estrofa: A–B–C–D–E–F
2ª Estrofa F–A–E–B–D–C
3ª Estrofa C–F–D–A–B–E
4ª Estrofa E–C–B–F–A–D
5ª Estrofa D–E–A–C–F–B
6ª Estrofa B–D–F–E–C–A

El remate o contera se constituye con tres versos donde se incluyen dos de estas palabras finales en cada uno de los tres versos, una al principio y otra al final, con una estructura que suele ser:
1° verso:  A–B
2° verso: C–D
3° verso: E–F

La disposición de las últimas palabras de cada verso sigue la norma de que la última palabra del último verso de una estrofa sea la última palabra del primer verso de la siguiente, la última palabra de segundo verso sea la última del primer verso de la anterior estrofa y la última del tercer verso sea la última del penúltimo verso de la estrofa precedente.


Jaime Gil de Biedma
Apología y petición

¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.



Ahora y gracias a don Fernando Ortiz, que ha tenido la deferencia de dejarnos su propia traducción de la primera sextina provenzal, sobre la que hizo en prosa Martin de Riquer, se ofrece:

El fiel amor

El fiel amor que al corazón me entra
no lo puede sajar pico ni uña
de chismosos que así pierden su alma.
Pues no les doy con rama ni con verga,
iré a escondidas, cuando no esté el tío.
Disfrutaré el vergel, dentro de cámara.

Cuando a veces me acuerdo de la cámara
siento daño, que en ella sólo entra
nada más que algún hermano o tío,
me tiembla todo miembro, hasta la uña.
Sí, como el niño tiembla ante la verga:
siento pavor si no me acerco a su alma.

Si entrara todo el cuerpo, mas no el alma,
tolerándome oculto allí en su cámara,
heriría mi corazón mi verga
pues su siervo no está donde ella entra;
he de ser de ella como carne y uña,
sin sermones de amigo ni de tío.

Pues nunca yo a la hermana de mi tío,
amé tanto ni más, por esta mi alma.
Si ella quisiese, como dedo a uña,
sería siempre vecino de su cámara.
Pues el amor que al corazón me entra
mejor es que hombre fuerte y débil verga.

Después que floreció la seca verga
y don Adán hubo sobrino y tío,
leal amor al corazón me entra
–no creí que existiese en cuerpo ni alma–.
Donde esté, fuera o dentro de la cámara,
no me separe yo tal carne de uña.

Que así como se arraiga así se aúña
mi amor en ella tal corteza en verga,
Mi gozo es, torre, alcázar, cámara;
No amo tanto a pariente, hermano y tío.
El Paraíso será doble a mi alma
si el que por bien amar Allí se adentra.

Arnaut envía su cantar de uña y tío,
a la que tiene de su verga el alma,
su Deseado, de cámara prez, entra.



SOBRE LA CONTERA

La contera se compone de tres versos, cada uno de ellos contiene dos palabras–rima, tomadas de manera que los números que indican su orden de colocación en la 1ª estrofa, coinciden con los de las caras opuestas del dado. Los versos del envío o contera contienen los pares de palabras–rima 1/6, 2/5, 3/4, siendo indiferente su orden dentro del verso y de la contera. Muchos autores han cambiado su esquema, no cumpliendo la regla del dado que siguió su creador:

Miguel de Cervantes,
en “La Galatea”

En áspera cerrada oscura noche,
sin ver jamás el esperado día,
y en contino crecido amargo llanto,
ageno de placer, contento y risa
merece estar, y en una viva muerte,
aquel que sin amor pasa la vida.

¿Qué puede ser la más alegre vida
sino una sombra de una breve noche,
o natural retrato de la muerte,
si en todas quantas horas tiene el día,
puesto silencio el congojoso llanto
no admite del amor la dulce risa?

Do vive el blando amor, vive la risa,
y a donde muere, muere nuestra vida,
y el sabroso placer se vuelve en llanto,
y en tenebrosa sempiterna noche
la clara luz del sosegado día,
y es el vivir sin él amarga muerte.

Los rigurosos trances de la muerte
no huye el amador, antes con risa
desea la ocasión, y espera el día
donde pueda ofrecer la cada vida
hasta ver la tranquila última noche,
al amoroso fuego, al dulce llanto.

No se llama de amor el llanto llanto,
ni su muerte llamarse debe muerte,
ni a su noche dar título de noche:
su risa si llamarse debe risa,
y su vida tener por cierta vida,
y solo festejar su alegre día.

¡O venturoso para mí este día
do pido poner freno al triste llanto,
y alegrarme de haber dado mi vida
a quien dármela puede, o darme muerte!
¿más que puede esperarse sino es risa
de un rostro que al sol vence y vuelve en noche?

Vuelto ha mi escura noche en claro día
Amor, y en risa mi crecido llanto,
y mi cercana muerte en larga vida.


–Incluso en esta sextina puede verse una alteración en el orden dispositivo de las palabras–rima en la conformación de las estrofas.


Lope de Vega,
en “El remedio en la desdicha”

Hermosas, claras, cristalinas fuentes,
jardines frescos, celebrados árboles,
que aquí me vistes de Jarifa hermano,
ya no soy el hermano de Jarifa;
ya puedo ser su amante y ser su esposo
dad todos parabién a Abindarráez.

Ya no soy aquel triste Abindarráez
que os daba tanto llanto, puras fuentes;
ya no escribiré hermano, sino esposo,
por las cortezas de los verdes árboles.
Pero, si no me quiere mi Jarifa,
¿Cuánto mejor me fuera ser su hermano?

Mas, aunque no me quiera, el ser su hermano
ya quita la esperanza a Abindarráez
de la gloria que el alma ve en Jarifa.
dirán que esto es verdad las sordas fuentes,
y sus hojas harán lenguas los árboles.
Tanto es el bien de poder ser su esposo.

Si sólo el ser posible ser su esposo
estorbaba del todo el ser su hermano,
jardines, hiedras, flores, plantas, árboles,
aquí, donde lloraba Abindarráez,
hechos sus ojos caudalosas fuentes,
aquí se llama esposo de Jarifa.

¡Cielos ! ¿Que gozar puedo de Jarifa?
¿Que ya es posible que yo sea su esposo?
Riendo lo murmuran estas fuentes,
que me llamaron tristemente hermano.
Decid que soy su esposo Abindarráez;
que el viento os dará voz, amigos árboles.

¡Qué de veces al pie de aquestos árboles
miré los bellos ojos de Jarifa,
y ella me dijo, "¡Hermano Abindarráez!"
Pues ya su esposo soy, no soy su hermano,
o a lo menos ya puedo ser su esposo.
Decídselo, si vuelve, claras fuentes.

Fuentes, ya cesa el llanto; verdes árboles,
ya parto a ser esposo de Jarifa,
que ya no soy su hermano Abindarráez.


Javier Salvago
La poesía

Durante muchos años, lo fue todo.
Pusiste en ella tus mejores sueños.
Le diste lo mejor de ti y tu tiempo
esperando llegar a ser tú mismo.
Durante muchos años, fue el sentido
y la razón de ser de tu existencia.

Ahora que el final de tu existencia
se acerca y que se va acabando todo,
sin ilusiones vanas, sin sentido
–pues ella era el sentido–, ya sin sueños,
asumes lo que ves como tú mismo
y te aceptas después de tanto tiempo.

Te preguntas: ¿gané con ella el tiempo
o fue tiempo perdido? Tu existencia
sabes muy bien que no sería lo mismo
sin ella. Pero a veces crees que todo
habría sido más fácil sin los sueños
de gloria que nublaron tu sentido.

Sientes que en este mundo sin sentido
en el que dicen que hasta es oro el tiempo,
habría sido mejor dejar los sueños
y creer solamente en la existencia
de lo contante y lo sonante. Todo
lo que no es eso, sobra y da lo mismo.

¿De qué valió esforzarte en ser tú mismo
y en buscarle a las cosas su sentido?
Sobrevivir un día más es todo
sin otro afán que ver pasar el tiempo.
Hacia la mar discurre tu existencia.
Y es otra la materia de tus sueños.

Ella se fue, como llegó, entre sueños,
acaso porque tú no eras el mismo,
dejando más vacía tu existencia.
Y ni puedes decir que lo has sentido.
También uno se cura, con el tiempo,
de sufrir, de escribir, de ser… De todo.

Harto de la existencia, harto de todo,
de los sueños, del mundo y su sentido,
del tiempo, de ella y hasta de ti mismo.


–En esta última composición puede observarse que el verso primero de la contera termina con la misma palabra con que concluye el verso de la estrofa precedente.



Entre los franceses la contera o envío suele construirse con cuatro versos, tal como lo señala Alfred Canel en su libro “Recherches sur les jeux d'esprit, les singularités et les bizarreries littéraires principalement en France” (1867):

«La sextine est une pièce de poésie qui se compose de six strophes ayant chacune six vers, plus la conclusion en quatre vers.»

Pontus du Thyard
en “Erreurs amoureuses” (1549)

Le plus ardant de tous les Elemens
N'est si bouillant, alors que le Soleil,
Au fort d'esté le fier Lyon enflame,
Comme je sens aux doux traits de ton œil,
Estre enflammé et bouillante mon ame :
Le triste corps languissant en tourmens.

A ces piteux travaux, à ces tourmens,
N'ont les hauts Cieux, et moins les Elemens,
Fait incliner, ou descendre mon ame.
Mais, comme on voit les rayons du Soleil
Eschauffer tout çà bas, ainsi ton œil
Rouant sur moy de plus en plus m'enflame.

Je voy souvent Amour, lequel enflame,
Pour me donner plus gracieux tourmens,
Ses traits cuisans en ton flamboyant œil.
Lors me muant en deux purs elemens,
Le corps se fond en pleurs, quand ce Soleil
Empraint le feu plus ardemment en l'ame.

Vienne secher toute langoureuse ame
(Si comme moy Amour trop fort l'enflame)
Ses tristes pleurs, aux rais de mon Soleil.
Vienne celuy, qui comblé de tourmens
Se pleint de Dieu, du Ciel, des Elemens,
Chercher confort au doux tret de cet œil.

Le doux regard, ou fier tret de cet œil,
Fait ou joyeuse, ou dolente toute ame,
Et temperez, ou non, les Elemens.
Aussi c'est luy, qui rend froide ou enflame
L'occasion de tous ces miens tourmens,
Et qui m'est nuict obscure ou cher Soleil.

Fuyant le jour de ce mien beau Soleil,
Tout m'est obscur, et rien ne voit mon œil
Que dueil, ennui, et funebres tourmens.
Tourmens si grands, que ma douloureuse ame
Meut a pitié le Dieu qui tout m'enflame,
Mesme le Ciel, et tous les Elemens.

Plutost ne soit resoult en Elemens
Ce corps, ny l'ame  au ciel sur le Soleil
Puisse saillir, que doux ne me soit l'œil
Lequel m'enflame  et me tient en tourmens.



De igual cantidad de versos consta la contera de la primera sextina catalana que se conoce, perteneciente a un poeta anónimo, y escrita en 1614 durante las fiestas que se llevaron a cabo en Barcelona por motivo de la beatificación de Santa Teresa de Jesús.
En esta contera tetrástica puede verse que el último verso no recoge ninguna de las palabras-rima; antes bien cierra el poema rimando con el precedente.


Al sagrat mont de Carmelo…

Gozes, excels Carmelo, infinits segles
La fruyta rica de la nova planta
Que à produït lo Cel en nostres dies,
De tes collades verdes en la marge,
Per dar a ta familia inmortal Ilustre
Sobre la antigua y soberana glòria.

Dichosa planta, que és honor y glòria
D’estos per ella venturosos segles,
Per qui és la neu tornada al primer Ilustre,
Que, abans que la ofengués humana planta,
Gozar pogué per ta argentada marge
Del gran Albert en los dichosos dies.

Teresa és, per qui en estos últims dies
La juvenil y primitiva glòria
Has recobrat, com la àguila en la marge,
Per viure alegres y perennes segles.
Arbre de vida te serà  esta planta,
Que de la mort preserve lo teu Ilustre.

Lo zelador profeta, glòria E ilustre
De ta florida serra, en nostres dies,
Per benefici d’esta Ilustre planta,
Restituyr à vist aquella glòria
Que de sa mà reberes altres segles
Quant blanchs anyells guardava per ta marge.

Ya de vuy més en la graciosa marge
Se tornaran a veure ab lo antich Ilustre
Eutropis y Cirilles de aquells segles,
Los àngels, los Alberts, que en altres dies
Te feren en la terra ser de glòria
Un paradís, ab rica y fèrtil planta.

Y ab noves flors la generosa planta
De gràcies belles vestirà la marge,
Y Eufràsies y Eufrosines, que a la glòria
Dels celestials jardins per major Ilustre
Tresplantades seran al fi dels dies,
Darà de olor suau en eterns segles.

Y en lo segle dels segles esta planta
Que brota en nostres dies en ta marge,
Conservarà lo Ilustre de ta glòria,
Fent inmortal la fama ta memòria.



Y ahora veamos esta sextina rimada que Juan Caramuel incluye en la “Rhythmica” de su “Primus Calamus” (1665), donde la contera constituye toda una estrofa que recobra el orden de las palabras-rima, siendo los versos primero, quinto y sexto endecasílabos; y los versos segundo, tercero y cuarto heptasílabos:


O Amado Redempor, ô dulce Esposo,
De la vida y verdad soys camino,
Y de infinita essencia fiel dechado:
Yo un grande peccador, pero dichoso
Por besar oy en vuestro pie divino
Abierta llaga con buril sagrado.

Del pie a la mano, Príncipe sagrado,
Me paso audaz; y pues de sêr mi Esposo
Esperança me da favor divino,
La mano os beso; y vuélvome al camino
De la gracia perdida; y muy dichoso
Seré, si soy de vuestro Amor dechado.

Vuestra ley tomaré por fiel dechado,
Y vuestro pecho abierto por sagrado:
Seré, si habito en este, muy dichoso:
Seréis, si persevero, dulce Esposo:
Y si me muero en él, seréis camino,
Que me condusga a solio más divino.

Contemplaré de vuestro sêr divino,
Expresso en la passion, feliz dechado:
Entraré por la cruz, y de camino
En ella besaré matiz sagrado;
Y postrado a los pies de un dulce Esposo
Por una eternidad seré dichoso.

Vuestro soy ya, Señor. O que dichoso
Es oy mi coraçon! Ô que divino
Es el fuego que siento, Amado Esposo!
De vuestras glorias oy seré dechado:
No tengo que temer, porque al sagrado
Solio de Dios seguro ya camino.

Al puerto ya llegué. No ay más camino
Que correr, porque soy Iasón dichoso,
Que navegó por piélago sagrado,
Y llegó a conquistar vellón divino.
Y en él un rico y celestial dechado
De todas las virtudes del Esposo.

Para pues coraçon, donde tu Esposo
Puso fin al camino.
Pues eres su dechado,
Y pues eres dichoso
Entre luzeros de esplendor divino
Goza favores del Amor sagrado.
  



LA SEXTINA DOBLE

Esta composición consta de doce estrofas (ABCDEF–FAEBDC–CFDABE–ECBFAD–DEACFB–BDFECA-ABCDEF–FAEBDC–CFDABE–ECBFAD–DEACFB–BDFECA), a las que sigue el terceto final.
Usada por Dante y Petrarca en Italia, algunos poetas españoles también la ensayaron, entre ellos Gutierre de Cetina y Jorge de Montemayor.
De este último poeta extraemos este ejemplo hallable en el Libro Quinto de su obra “Los siete libros de la Diana”:

¡Ay, vanas esperanzas, cuántos días            
anduve hecho siervo de un engaño,              
y cuán en vano mis cansados ojos                
con lágrimas regaron este valle!                    
Pagado me han amor y la fortuna,                
pagado me han, no sé de qué me quejo.                  

Gran mal debo pasar, pues yo me quejo,             
que hechos a sufrir están mis ojos                
los trances del amor y la fortuna.                 
¿Sabéis de quién me agravio? De un engaño         
de una cruel pastora de este valle,                
do puse por mi mal mis tristes ojos.            

Con todo mucho debo yo a mis ojos,                    
aunque con el dolor de ellos me quejo,                   
pues vi por causa suya en este valle            
la cosa más hermosa que en mis días          
jamás pensé mirar y no me engaño.              
Pregúntenlo al amor y a la fortuna.              

Aunque por otra parte la fortuna,             
el tiempo, la ocasión, los tristes ojos,         
el no estar receloso del engaño,         
causaron todo el mal de que me quejo;                   
y así pienso acabar mis tristes días             
contando mis pasiones a este valle.             

Si el río, el soto, el monte, el prado, el valle,                  
la tierra, el cielo, el hado, la fortuna,            
las horas, los momentos, años, días,            
el alma, el corazón, también los ojos,           
agravian mi dolor cuando me quejo,            
¿por qué dices, pastora, que me engaño?               

Bien sé que me engañé, mas no es engaño,           
porque de haber yo visto en este valle                    
tu extraña perfección, jamás me quejo;                  
sino de ver que quiso la fortuna                    
dar a entender a mis cansados ojos             
que allá vendría el remedio tras los días.                

Y son pasados años, meses, días,               
sobre esta confianza y claro engaño,           
cansados de llorar mis tristes ojos,              
cansado de escucharme el soto, el valle,                 
y al cabo, me responde la fortuna                 
burlándose del mal de que me quejo.           

Mas, ¡oh triste pastor! ¿De qué me quejo            
si no es de no acabarse ya mis días?             
¿Por dicha era mi esclava la fortuna?          
¿Halo ella de pagar, si yo me engaño?          
¿No anduve libre, exento en este valle?                   
¿Quién me mandaba a mí alzar los ojos?                 

Mas, ¿quién podrá también domar sus ojos,                  
o cómo viviré si no me quejo             
del mal que amor me hizo en este valle?                 
¡Mal haya un mal que dura tantos días!                  
Mas no podrá tardar, si no me engaño,                   
que muerte no dé fin a mi fortuna.                

Venir suele bonanza tras fortuna,            
mas nunca la verán jamás mis ojos,             
ni aun yo pienso caer en este engaño,          
bien basta ya el primero de quien quejo,                
y quejaré, pastora, cuantos días                    
durare la memoria de este valle.                   

Si el mismo día, pastora, que en el valle             
dio causa que te viese mi fortuna                 
llegara el fin de mis cansados días,               
o al menos viera esquivos esos ojos,            
cesara la razón con que me quejo,               
y no pudiera yo llamarme a engaño.             

Mas tú, determinando hacerme engaño             
cuando me viste luego en este valle,            
mostrábaste benigna. ¡Ved si quejo             
contra razón, de amor y de fortuna!            
Después no sé por qué vuelves tus ojos;                
cansarte deben ya mis tristes días.              

Canción, de amor y de fortuna quejo,                 
y pues duró un engaño tantos días,             
regad ojos, regad el soto, el valle.   


Con respecto a esta doble sextina, como señala Joaquín Arce, hay un error en la segunda estancia al colocar como palabra final del segundo verso "ojos" en lugar de "días".


Ahora veamos la sextina doble de Gutiérre de Cetina:


Tantas estrellas no nos muestra el cielo


Tantas estrellas no nos muestra el cielo,
Ni tantas flores por Abril el prado,
Ni tantas yerbas tiene el verde campo,
Ni tantos animales hay en bosque,
Ni tiene tantos peces algún golfo,
Cuantas mi corazón rabiosas quejas.

Dorida, si al dolor destas mis quejas
Te hielas (porque así lo ordena el cielo),
¿Á qué, triste, me voy de prado en prado,
Renovando mi mal de campo en campo,
Y en el más solitario oculto bosque
Allí hago de lágrimas un golfo?

En débil barca, en peligroso golfo,
Cargado de mil ansias y mil quejas,
No hago sino dar quejas al cielo
No da ya para mí flores el prado;
No veo cosa verde en algún campo,
Ni lugar de reposo en algún bosque.

¿Cuál fiera tan feroz se alberga en bosque?
Cuál fortuna se vió jamás en golfo,
Que no se amanse al són destas mis quejas?
Amor, deseo, temor, fortuna, el cielo,
Me hicieron dejar el verde prado,
Por llorar mi dolor de campo en campo.

El lecho siento de batalla campo,
Que alegre solía ser, en cualquier bosque;
Y si, por mejorar, me meto en golfo,
Los suspiros me abrasan de mis quejas;
Enójanme la mar, la tierra, el cielo,
El campo, el bosque y el florido prado.

Si salgo por mirar el verde prado,
Allí es luego el amor conmigo al campo;
Huyendo mí dolor me voy al bosque,
Y allí hace el dolor de llanto un golfo;
Do quier que voy, la causa de mis quejas
Me hace demandar merced al cielo!

¿Cuál destino cruel ¡oh airado cielo!
Me quito de pisar el verde prado,
Siguiendo por descuido por el campo
Mis tristes ovejuelas, ó en el bosque,
Para sentir en tan extraño golfo
Caribdi y Sei lia al són destas mis quejas?

¿Á quién podrían mover ya tantas quejas,
Si no pueden mover jamás el cielo?
Poco siente mi mal el verde prado, (golfo)
Las flores que hay en él, ni en algún campo,
Ni sabe que es dolor inculto bosque,
Airado mar, ni tempestuoso golfo.

Pasando á nado el tempestuoso golfo,
Con el alma cargada de mis quejas,
El mi polo cubrió turbado el cielo;
Y andándolo á buscar de prado en prado,
Sin hallar rastro dél en ningún campo,
Triste vílo esconder dentro de un bosque.

Alto, sombroso y solitario bosque,
De mi dolor tempestuoso golfo,
Ardentísima fuerza de mis quejas,
Y todo lo demás que rige el cielo,
Sed testigos que amor en verde prado
Á matarse salió conmigo á campo.

(No pensé yo que Amor solo en el campo
anduviese a cazar, ni en algún bosque;
ni que le agrade ver de llanto un golfo,
procurando que de él siempre haya quejas.
Mas, ¡ay!, que no fue Amor, hízolo el cielo
y una flor que enrtre flores vi en un prado.)

Ya se comienza á matizar el prado;
Ya de su verde se reviste el campo;
Ya las hojas adornan más el bosque
Ya se tranquila el fortunoso golfo.... 
Solo en la multitud de tantas quejas,
No ha querido mudar orden el cielo.

Pues el prado no siente ya, ni el cielo,
Mis tristes quejas, ni el desierto campo,

Como en el golfo me sepulte el bosque.


En esta sextina doble entre paréntesis figura la palabra-rima que correspondería allí. 
Amén ello, es de destacar el esquema establecido por el poeta para este poema, distinto del provenzal originario:

ABCDEF
FABCDE
EFABCD
DEFABC
CDEFAB
BCDEFA




Vayamos ahora con esta sextina doble de Francesco Petrarca:

Mi benigna fortuna y vivir ledo
los claros días y tranquilas noches,
el suave suspirar y el dulce trazo
con que ayer componía verso y rimas,
vueltos de improviso en pena y llanto,
me hacen odiar la vida e ir tras la muerte.

Cruel, acerba, inexorable muerte,
razón me das de nunca más ser ledo,
mas de arrastrar toda mi vida en llanto,
y en días tristes y dolientes noches;
mi vano suspirar no cabe en rimas
y mi martirio vence todo trazo.

¿Dónde se ha huido mi amoroso trazo?
A hablar de ira y a tratar de muerte.
¿Qué se hicieron los versos y las rimas,
que un noble pecho oía absorto y ledo?
¿Dónde el fabular de amor las noches?
Hoy no hablo ya, ni pienso más que en llanto.

Me fue mientras vivió tan dulce el llanto,
que de dulzura henchía amargo trazo,
haciéndome velar todas las noches;
amargo el llanto es más hoy que la muerte,
pues no espero ya más su gesto ledo,
alto sujeto de mis bajas rimas.

Amor le dio de blanco a verso y rimas
sus ojos, como ahora les da el llanto,
recordando con dolor el tiempo ledo;
y así cambiando voy yo ya mi trazo
y suplicando a ti, pálida muerte,
que de mí apartes tan dolidas noches.

Ha huido el sueño de mis tristes noches,
y el son antiguo de mis roncas rimas,
que no saben tratar más que de muerte;
así mi canto se ha mudado en llanto;
no hay para el Amor tan vario trazo,
pues hoy es triste cuanto ayer fue ledo.

Nadie vivió jamás más que yo ledo,
nadie hoy vive más tristes días y noches;
doblándose el dolor, se dobla el trazo,
que traen del corazón mis tristes rimas;
viví esperando y hoy vivo del llanto,
y no espero a esta muerte más que muerte.

Muerte me ha muerto; y sola puede Muerte
hacer que vuelva ver el gesto ledo
que me agradaba con suspiro y llanto
(la lluvia y la aura dulce de mis noches),
cuando tejía con conceptos rimas,
alzando Amor mi descompuesto trazo.

¡Ay, si tuviese yo tan tierno trazo
que a Laura arrebatase de la muerte,
tal como Orfeo a Eurídice sin rimas,
viviera más que nunca viví ledo!
Si no es posible, algunas de estas noches
me cierre estas mis dos fuentes de llanto.

Amor, ya muchos años he hecho llanto
mi daño grave en doloroso trazo,
y espero de ti sólo fieras noches;
mas me he movido a suplicar a Muerte
que me lleve de aquí, por quedar ledo,
allá donde es quien canto y lloro en rimas.

Si tan alto levanto estas mis rimas,
que lleguen a quien, fuera de ira y llanto,
hoy hace el cielo por sus gracias ledo,
bien aprecierá que mudo el trazo,
que le agradó quizás, antes que Muerte
diese a ella día, a mí oscuras noches.

Vosotros que tenéis mejores noches,
que oís de Amor o que decís en rimas,
rogad que no sea más sorda la Muerte,
puerto de la fortuna y fin del llanto;
y una vez mude aquel antiguo trazo
que atrista a todos, y a mí hiciera ledo.

Hacerme puede ledo en pocas noches;
con rudo trazo en angustiosas rimas
ruego que al llanto le dé fin la Muerte.












1 comentario:

  1. EL FIEL AMOR (La 1ª sextina provenzal traducida al español)



    El fiel amor que al corazón me entra
    no lo puede sajar pico ni uña
    de chismosos que así pierden su alma.
    Pues no les doy con rama ni con verga,
    iré a escondidas, cuando no esté el tío.
    Disfrutaré el vergel, dentro de cámara.

    Cuando a veces me acuerdo de la cámara
    siento daño, que en ella sólo entra
    nada más que algún hermano o tío,
    me tiembla todo miembro, hasta la uña.
    Sí, como el niño tiembla ante la verga:
    siento pavor si no me acerco a su alma.

    Si entrara todo el cuerpo, mas no el alma,
    tolerándome oculto allí en su cámara,
    heriría mi corazón mi verga
    pues su siervo no está donde ella entra;
    he de ser de ella como carne y uña,
    sin sermones de amigo ni de tío.


    Pues nunca yo a la hermana de mi tío,
    amé tanto ni más, por esta mi alma.
    Si ella quisiese, como dedo a uña,
    sería siempre vecino de su cámara.
    Pues el amor que al corazón me entra
    mejor es que hombre fuerte y débil verga.

    Después que floreció la seca verga
    y don Adán hubo sobrino y tío,
    leal amor al corazón me entra
    -no creí que existiese en cuerpo ni alma-.
    Donde esté, fuera o dentro de la cámara,
    no me separe yo tal carne de uña.

    Que así como se arraiga así se aúña
    mi amor en ella tal corteza en verga,
    Mi gozo es, torre, alcázar, cámara;
    No amo tanto a pariente, hermano y tío.
    El Paraíso será doble a mi alma
    si el que por bien amar Allí se adentra.

    Arnaut envía su cantar de uña y tío,
    a la que tiene de su verga el alma,
    su Deseado, de cámara prez, entra.


    (Tradujo la sextina en sextina Fernando Ortiz, sobre la traducción en prosa de Martín de Riquer).

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