jueves, 26 de noviembre de 2009

EL MADRIGAL

Poema estrófico compuesto por una combinación libre de heptasílabos y endecasílabos que no tiene forma fija en cuanto al número de sus estrofas ni al número de los versos que debe contener cada una de ellas. El tema debe ser de carácter amoroso e idílico; se recomienda que los madrigales sean breves y que la combinación de los versos sea armónica y sencilla.
El madrigal se presta muy bien a ser cantado y fue especialmente cultivado en el Renacimiento.
El nombre y la forma son de origen italiano. Y en Italia alcanzó su mayor esplendor, no sólo literario, con poemas de Dante, Petrarca, Tasso, Guarini y otros, sino que también tuvo un extraordinario auge musical, pues numerosos compositores pusieron música a estos textos. Probablemente el más destacado de todos ellos fuese Luca Marenzio (1553-1599), a quien sus contemporáneos calificaron de “Divino”.

Ejemplo de madrigal: A unos ojos

(Autor: Gutierre de Cetina)


Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a quien os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
¡ya que así me miráis, miradme al menos!



Otros:

Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.
Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.
(Amado Nervo, Madrigal)


Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.
Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.
Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva
el finado clavel, si la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.
(Rafael Alberti, Madrigal al billete de tranvía)



Desnudas han caído
las once campanadas.
Picotean la sombra de los árboles
las gallinas pintadas
y un enjambre de abejas
va rezumbando encima.
La mañana
ha roto su collar desde la torre.
En los troncos, se rascan las cigarras.
Por detrás de la verja del jardín,
resbala,
quieta,
tu sombrilla blanca.
(Dámaso Alonso, Madrigal de las once)


Aunque esta forma poética no conlleva un ordenamiento riguroso específico, el poeta Cirilo Toro Vargas se ha tomado la licencia de crear la octolaba (ó estrofa cirílica), que responde al siguiente esquema: 7a-11B-11B-7a-11C-11C-7a-11A


Un beso

Un beso me perdí
por libar en tu embriagante sonrisa
la miel apetecible que en la brisa
me llega, oh hurí,
meciéndose en nube de placeres.
Deshilando gratos amaneceres
un beso te pedí
en la búsqueda indomable del sí.


Picardía

La ingenua lozanía
que de tus labios sutiles emerge
en la magia del encanto sumerge
mi emoción, mi poesía
evocando aires de primavera
que en alas de una quimera
susurra picardía
de tu sonrisa egregia sinfonía.


Desvarío

No sumas mi tristeza,
tristeza de amor no correspondido,
en sentimiento agónico y dolido.
Quien cobijado empieza
al amparo fugaz de tu alegría
sabe que su corazón desvaría
al borde de nobleza
del dolor que en tu pecho se adereza.


Utilizando el mismo esquema, Marcelo Galliano compuso el siguiente madrigal acróstico intitulado “Su mirada”.

Siento sus fuertes ojos
urdiendo esa mirada que me ultima,
me instiga, me provoca, me lastima,
Inunda mis despojos.
Ruego escapar, siempre termino cerca,
atado a su designio, nunca alerta.
¡Dicte Dios un cerrojo
a esos iris de fuego, casi rojos!


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