viernes, 20 de noviembre de 2009

LA ESTANCIA O ESTANZA

Es la repetición regular de una estrofa formada por versos endecasílabos y heptasílabos que se combinan y riman en consonante a gusto del poeta, normalmente por encima de los ocho versos, siendo la más usada la compuesta por diez.
Una vez elegida tal combinación ó estanza, ésta debe mantenerse a lo largo de todo el poema.
En realidad, podría considerársela como una estrofa que inventa el poeta.
Boscán, Garcilaso, Herrera y otros la incorporaron totalmente al repertorio castellano durante el Renacimiento.


Estancias de ocho versos:

Aquel que libre tiene
de engaño el corazón, y sólo estima
lo que a virtud conviene
y sobre cuanto precia
el vulgo necio sin intención sublima,
y el miedo menosprecia,
y sabe mejorarse,
sólo señor merece y rey llamarse.

Que no son diferentes
en la terrena masa los mortales,
pero en ser excelentes
en virtud y hazañas,
se hacen unos de otros desiguales;
estas glorias extrañas
en los que resplandecen,
si ellos no las esfuerzan, se entorpecen.

 (Fernando de Herrera, Canción III)


Estancias de nueve versos:

Alivia sus fatigas
el labrador cansado,
cuando su yerta barba escarcha cubre,
pensando en las espigas
del agosto abrasado,
y en los lagares ricos del octubre;
la hoz se le descubre
cuando el arado apaña,
y con dulces memorias le acompaña.

Carga de hierro duro
sus miembros, y se obliga
el joven al trabajo de la guerra.
Huye ocio seguro,
trueca por la enemiga
su dulce, natural y amiga tierra;
mas cuando se destierra
o al asalto acomete
mil triunfos y mil glorias se promete.

(Lupercio Leonardo de Argensola, A la esperanza)


Estancias de diez versos:

Tú, Señor, que no sufres que tu gloria
usurpe quien su fuerza osado estima,
prevaleciendo en vanidad y en ira,
este soberbio mira,
que tus aras afea en su victoria.
No dexes que los tuyos así oprima,
y en sus cuerpos, cruel, las fieras cebe,
y en su esparcida sangre el odio pruebe,
que, hechos ya su oprobio, dice: “¿Dónde
el Dios destos está? ¿De quién se esconde?”

Por la debida gloria de tu nombre,
por la justa venganza de tu gente,
por aquel de los míseros gemido,
vuelve el brazo tendido
contra este, que aborrece ya ser hombre,
y las honras que celas tú, consiente;
y tres y cuatro veces el castigo
esfuerza con rigor a tu enemigo,
y la injuria a tu nombre cometida
sea el hierro contrario de su vida.

(Fernando de Herrera, Por la victoria de Lepanto)


Estancias de trece versos:

Voz de dolor y canto de gemido
y espíritu de miedo, envuelto en ira,
hagan principio acerbo a la memoria
d’aquel día fatal, aborrecido,
que Lusitania mísera suspira,
desnuda de valor, falta de gloria;
y la llorosa historia
asombre con horror funesto y triste
dend’el áfrico Atlante y seno ardiente
y do el límite roxo d’orïente
y todas sus vencidas gentes fieras
ven tremolar de Cristo las banderas.

¡Ay de los que pasaron, confïados
en sus caballos y en la muchedumbre
de sus carros, de ti, Libia desierta,
y en su vigor y fuerzas engañados,
no alzaron su esperanza a aquella cumbre
d’eterna luz, mas con soberbia cierta
se ofrecieron a la incierta
victoria, y sin volver a Dios sus ojos,
con yerto cuello y corazón ufano,
sólo atendieron siempre a los despojos!
Y el Santo d’Israel abrió su mano,
y los dexó, y cayó en despeñadero
el carro, y el caballo y caballero.

 (Fernando de Herrera, Por la pérdida del Rey don Sebastián)


Estancias de diecisiete versos:

Estos, Fabio ¡ay dolor! que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa.
Aquí de Cipïón la vencedora
colonia fue; por tierra derribado
yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente.
De su invencible gente
sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo.
Este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan las señales.
De el gimnasio y las termas regaladas
leves vuelan cenizas desdichadas;
las torres, que desprecio al aire fueron,
a su gran pesadumbre se rindieron.

Este despedazado anfiteatro,
impío honor de los dioses, cuya afrenta
publica el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo! representa
cuánta fue su grandeza, y es su estrago.
¿Cómo en el cerco vago
de su desierta arena
el gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues fieras hay, está el desnudo
luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte?
Todo despareció: cambió la suerte
voces alegres en silencio mudo.
Mas aun el tiempo da en estos despojos
espectáculos fieros a los ojos,
y miran tan confusos lo presente,
que voces de dolor el alma siente.

(Rodrigo Caro, Canción a las ruinas de Itálica)


Estancias de diecinueve versos:

Sobre frágiles leños, que, con alas
de lienzo débil, de la mar son carros,
el mercader surcó sus claras olas;
llegó a la India, y, rico de bengalas,
perlas, aromas, nácares bizarros,
volvió a ver las riberas españolas.
Tremoló banderolas,
flámulas, estandartes, gallardetes:
dio premio a los grumetes
por haber descubierto
de la querida patria el dulce puerto.
Mas ¡ay! que estaba ignoto
a la experiencia y ciencia del piloto
en la barra un peñasco,
donde, tocando de la nave el casco,
dio a fondo, hecho mil piezas,
mercader, esperanzas y riquezas.
¡Pobre bajel, figura
del que anegó mi próspera ventura!

Mi pensamiento con ligero vuelo
ufano, alegre, altivo, enamorado;
sin conocer temores la memoria,
se remontó, señora, hasta tu cielo,
y contrastando tu desdén airado,
triunfó mi amor, cantó mi fe victoria;
y en la sublime gloria
de esa beldad se contempló mi alma,
y el mar de amor sin calma
mi navecilla, con su viento en popa,
llevaba navegando a toda ropa.
Mas ¡ay! que mi contento
fue el pajarillo y corderillo exento;
fue la garza altanera,
fue el capitán que la victoria espera,
fue la Venus del mundo,
fue la nave del piélago profundo;
pues, por diversos modos,
todos los males padecí de todos.

(Antonio Mira de Amescua, Canción)


ESTANCIA OCTOSILABA

Combina octosílabos y versos de pie quebrado a la manera de las estancias de endecasílabos y heptasílabos.

HIMENEA
Jornada Segunda
Bartolomé de Torres Naharro

Boreas:
Señor, pues has conseguido
la merced que deseaste,
tan conforme a tu querer,
cúmplenos lo prometido,
pues sabes que nos mandaste
las albricias del placer.
Himeneo:
Hermanos, de muy buen grado,
que es razón en todo caso.
Toma tú el sayo de raso,
y tú el jubón de brocado,
que otro día
yo os daré mejor valía.
Boreas:
Dios haya de ti memoria
y acresciente tu vivir
con honra y fama sin par,
y te dé tanta victoria
que no tengas que pedir
pues no te falta que dar.
Eliso:
Yo no quiero tus brocados,
ni consiento, ni es honesto
que quedes tú descompuesto
por componer tus crïados.
Ten cordura,
que tu largueza es locura.




 






Independientemente de la estructura rimática que se establezca y la cantidad de versos que la compongan, es preciso tener en cuenta que en la estancia debe percibirse el sistema global de rimas utilizado y la comprensión cabal del significado enunciado en ella.
Por otra parte, la estancia resulta más ligera cuando se apoya frecuentemente en heptasílabos, mientras que es más grave y digresiva aquella en la que predomina el endecasílabo.



2 comentarios: