jueves, 26 de noviembre de 2009

EL EPIGRAMA

Es una composición poética breve que expresa un solo sentimiento ó pensamiento principal festivo ó satírico de forma ingeniosa. Para ser bueno, debe ser interesante, así por el fondo de la idea, ó del sentimiento, como la manera de expresarlo; y debe ponerse mucho cuidado de excluir de él toda chanza fría, todo juego de palabras, y todo pensamiento bajo ó ridículo. Suele dividirse en dos partes, en la proposición del asunto que da motivo al sentimiento ó al pensamiento, y en estos mismos. A veces éstos solos constituyen un epigrama feliz.

Generalmente está constituido por dos redondillas (copla castellana), dos quintillas (copla real), una décima y en ocasiones alcanza hasta el soneto.

El epigrama se creó en la Grecia clásica y era una inscripción que se ponía sobre un objeto, que podía ser un exvoto, un regalo, una estatua ó una tumba; los epigramas sobre las tumbas formaron clase aparte y se denominaron epitafios ó epicedios, por lo que el vocablo pasó a designar el poema ingenioso que poseía la calidad de ser breve para poder pasar por rótulo ó inscripción. La mayoría de los epigramas griegos puede encontrarse en la llamada “Antología Palatina". Tras los griegos, destacaron en la composición de epigramas los romanos, singularmente Catulo y Marco Valerio Marcial.
En la literatura barroca española el epigrama fue muy utilizado al ser una forma apropiada para la exhibición cortesana del ingenio. El escritor conceptista barroco Baltasar Gracián, en su obra “Agudeza y arte de ingenio” (1648), realiza un estudio y antología de epigramas escritos en castellano y latín. También el jesuita Joseph Morell en “Poesías selectas de varios autores latinos” (Tarragona, 1684) hizo una excelente antología. Durante el siglo XVIII el género no decayó, como hubiera podido esperarse, sino que tomó una intención menos cortesana y más educativa y moral. Autores de la Ilustración como León de Arroyal compusieron libros de epigramas y lo definieron como:

Un juego artificioso de voces, con que suele encubrir un concepto las más veces popular, terminando un pensamiento, al parecer ordinario, con una agudeza picante, activa y espirituosa.

Por otra parte, y siempre según el prólogo de Arroyal a sus “Epigramas “ (1784), la belleza del epigrama consistiría en dos virtudes fundamentales:

La una es un cierto retorno, ó juego de voces, que deleiten el oído; y la otra, que es la más principal, la brevedad, novedad, agudeza ó elevación del pensamiento, que sorprenda gustosamente el ánimo.

Y, dentro del mismo siglo XVIII, Juan de Iriarte lo definió usando la misma forma del epigrama:

A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante.

Posteriormente, algunas formas literarias, como el artículo breve de prensa, las greguerías de Ramón Gómez de la Serna ó los membretes de Oliverio Girondo se aproximan al género epigramático, así como las inscripciones anónimas populares en muros ó retretes denominadas grafitos ó pintadas, que desde las ruinas de Pompeya hasta la actualidad resultan una fuente inestimable sobre la opinión popular de una época. Algunas de estas inscripciones son recogidas por Pío Baroja en su obra “Vitrina pintoresca” ó Camilo José Cela en su “San Camilo” (1936). A veces, en la lírica del siglo XX puede adoptar un tono elegíaco (Jaime Gil de Biedma) ó forma de versos de amor, como es el caso de “Epigramas”, del sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.
Federico Carlos Sainz de Robles compuso además una historia del epigrama español en “El epigrama español del siglo I al siglo XX” (Madrid, 1946).
En otras naciones el epigrama fue cultivado con extraordinario acierto. En Inglaterra, sobresalen John Donne, Jonathan Swift, Alexander Pope (creador en el siglo XVIII de una forma de pareado epigramático) y Oscar Wilde. En Francia destacan especialmente Voltaire y Nicolás Boileau. En Alemania, G. E. Lessing. El epigrama también se encuentra en literaturas no occidentales, como la china y japonesa; en esta última puede decirse que el epigrama se encuentra emparentado con la forma poética conocida como haiku. Puede aplicarse el término a cualquier aforismo ó dicho más ó menos sentencioso, e incluso hasta a cierto tipo de narración hiperbreve.

Ejemplos de epigrama:

El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo hacer este hospital...
y también hizo los pobres.
(Juan de Iriarte, El señor don Juan de Robres)


¡Eres un cohete, mujer!
Le dijo a Pepa Fray Diego.
¿Si? Dijo ésta… Señor lego,
si soy cohete, ¿cómo ayer
a pesar de vuestro fuego
no me pudiste encender?
(Juan Cruz Varela, Epigrama)


En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
(Jaime Gil de Biedma, De vita beata)



Si Dios un día
cegara toda fuente de luz,
el Universo se alumbraría
con esos ojos que tienes tú.

Pero si –lleno de agrios enojos
por tal blasfemia- tus lindos ojos
Dios te arrancase,
para que el mundo con la alborada
de tu pupila no se alumbrase;
aunque quisiera, Dios no podría
tender la Noche sobre la Nada…

Porque aún el mundo se alumbraría
¡con el recuerdo de tu mirada!
(José P.H. Hernández, A unos ojos astrales)


EPIGRAMAS DE ERNESTO CARDENAL


1

Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica.
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.


2

De estos cines, Claudia, de estas fiestas,
de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia
(si acaso)
y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también en mis versos
para ridiculizarlos.


3

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo
.




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