lunes, 30 de noviembre de 2009

LA FOLÍA

Según el maestro Gonzalo Correas, insigne humanista del principio del siglo XVII, se trata de una composición breve de tres ó cuatro versos desiguales en su número de sílabas destinada al canto y al baile frenético (del francés folie=locura) a modo de las folías que se cantaban en Portugal. El cantar, las coplillas de tres y cuatro versos y la seguidilla cuando tienen sus versos pares agudos se consideran folías:

Andá noramalá,
marido mío,
andá noramalá,
que andáis dormido.
(Popular)
Riñen dos amantes;
hácese la paz;
si el enojo es grande,
es el gusto más.
(Miguel de Cervantes, Rinconete y Cortadillo)



Folías folclóricas del Maestro Daniel Guillén Montesdeoca, conocidas también como folías danielenses:


Copla primera:

Fui pa´los altos de Guía
a la feria de ganado
pero cuando llegué arriba
ya todo había terminado.

Estribillo:

Ay m´astro Danié
ay m´astro Danié
vaya templaera
cogimos ayer.



Copla segunda:

Me siento tan desdichada
al lado de mi marido
anoche no pegué un ojo
por culpa de sus ronquidos.

Estribillo:

Ay m´astro Danié
ay m´astro Danié
tengo las orejas
que me van a arder.


Copla tercera:

Pa´ahuyentar a la cigarra
la langosta berberisca
los vecinos de mi pueblo
salieron en rogativa.

Estribillo:

Ay m´astro Danié
ay m´astro Danié
hoy traje el paragua
y no quiere llover.


Copla cuarta:

De la Cuesta Caraballo
traigo un cesto de batatas
y cuando paré en San Roque
me faltaba una alpargata.

Estribillo:

Ay m´astro Danié
ay m´astro Danié
amarre ese perro
que me va a morder.


Copla quinta:

Cada vez que entro en la Iglesia
me dan ganas de llorar
porque yo iba pa´cura
y me tuve que casar.

Estribillo:

Ay m´astro Danié
ay m´astro Danié
lleva las polainas
puestas del revés.



viernes, 27 de noviembre de 2009

LA ESPARZA O ESPARSA

Es un poema de entre cuatro y diez versos, a veces en forma de copla real, mixta ó de arte menor. Expresa un pensamiento de manera concisa, normalmente lírico-amoroso. Se caracteriza por su unidad temática y por tratar de manera condensada e ingeniosa una idea, por lo que suele considerársela una forma precursora del madrigal y del epigrama.

La esparza fue típica de los cancioneros del siglo XV.



Las aves andan volando
cantando canciones ledas,
las verdes hojas temblando,
las aguas dulces sonando,
los pavos hacen las ruedas.
Yo, sin ventura amador,
contemplando mi tristura,
deshago por mi dolor
la gentil rueda de amor,
que hice por mi ventura.
(Carlos de Guevara, Esparza)


Cuando de reposo posa
el dolor en cualquier parte,
luego la vida se parte,
porque de muy peligrosa
se reparte.
Yo parto por apartar
mal que no puedo sufrir,
y no me pesa partir,
pues partir es el buscar
maneras para morir.
(Pedro de Quirós, Esparza a una partida)




Esparzas de Jorge Manrique

1

Yo callé males sufriendo,
y sufrí penas callando;
padecí no mereciendo,
y merecí padeciendo
los bienes que no demando:
si el esfuerzo que he tenido
para callar y sufrir,
tuviera para decir,
no sintiera mi vivir
los dolores que ha sentido.


2

Pensando, señora, en vos,
vi en el cielo una cometa:
es señal que manda Dios
que pierda miedo y cometa
a declarar el deseo
que mi voluntad desea,
porque jamás no me vea
vencido como me veo
en esta fuerte pelea
que yo conmigo peleo.


3

Callé por mucho temor;
temo por mucho callar,
que la vida perderé;
así con tan gran amor
no puedo, triste, pensar
qué remedio me daré.
Porque alguna vez hablé,
halléme de ello tan mal,
que, sin duda, más valiera
callar, mas también callé
y pené tan desigual,
que, más callando, muriera.

jueves, 26 de noviembre de 2009

EL EPIGRAMA

Es una composición poética breve que expresa un solo sentimiento ó pensamiento principal festivo ó satírico de forma ingeniosa. Para ser bueno, debe ser interesante, así por el fondo de la idea, ó del sentimiento, como la manera de expresarlo; y debe ponerse mucho cuidado de excluir de él toda chanza fría, todo juego de palabras, y todo pensamiento bajo ó ridículo. Suele dividirse en dos partes, en la proposición del asunto que da motivo al sentimiento ó al pensamiento, y en estos mismos. A veces éstos solos constituyen un epigrama feliz.

Generalmente está constituido por dos redondillas (copla castellana), dos quintillas (copla real), una décima y en ocasiones alcanza hasta el soneto.

El epigrama se creó en la Grecia clásica y era una inscripción que se ponía sobre un objeto, que podía ser un exvoto, un regalo, una estatua ó una tumba; los epigramas sobre las tumbas formaron clase aparte y se denominaron epitafios ó epicedios, por lo que el vocablo pasó a designar el poema ingenioso que poseía la calidad de ser breve para poder pasar por rótulo ó inscripción. La mayoría de los epigramas griegos puede encontrarse en la llamada “Antología Palatina". Tras los griegos, destacaron en la composición de epigramas los romanos, singularmente Catulo y Marco Valerio Marcial.
En la literatura barroca española el epigrama fue muy utilizado al ser una forma apropiada para la exhibición cortesana del ingenio. El escritor conceptista barroco Baltasar Gracián, en su obra “Agudeza y arte de ingenio” (1648), realiza un estudio y antología de epigramas escritos en castellano y latín. También el jesuita Joseph Morell en “Poesías selectas de varios autores latinos” (Tarragona, 1684) hizo una excelente antología. Durante el siglo XVIII el género no decayó, como hubiera podido esperarse, sino que tomó una intención menos cortesana y más educativa y moral. Autores de la Ilustración como León de Arroyal compusieron libros de epigramas y lo definieron como:

Un juego artificioso de voces, con que suele encubrir un concepto las más veces popular, terminando un pensamiento, al parecer ordinario, con una agudeza picante, activa y espirituosa.

Por otra parte, y siempre según el prólogo de Arroyal a sus “Epigramas “ (1784), la belleza del epigrama consistiría en dos virtudes fundamentales:

La una es un cierto retorno, ó juego de voces, que deleiten el oído; y la otra, que es la más principal, la brevedad, novedad, agudeza ó elevación del pensamiento, que sorprenda gustosamente el ánimo.

Y, dentro del mismo siglo XVIII, Juan de Iriarte lo definió usando la misma forma del epigrama:

A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante.

Posteriormente, algunas formas literarias, como el artículo breve de prensa, las greguerías de Ramón Gómez de la Serna ó los membretes de Oliverio Girondo se aproximan al género epigramático, así como las inscripciones anónimas populares en muros ó retretes denominadas grafitos ó pintadas, que desde las ruinas de Pompeya hasta la actualidad resultan una fuente inestimable sobre la opinión popular de una época. Algunas de estas inscripciones son recogidas por Pío Baroja en su obra “Vitrina pintoresca” ó Camilo José Cela en su “San Camilo” (1936). A veces, en la lírica del siglo XX puede adoptar un tono elegíaco (Jaime Gil de Biedma) ó forma de versos de amor, como es el caso de “Epigramas”, del sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.
Federico Carlos Sainz de Robles compuso además una historia del epigrama español en “El epigrama español del siglo I al siglo XX” (Madrid, 1946).
En otras naciones el epigrama fue cultivado con extraordinario acierto. En Inglaterra, sobresalen John Donne, Jonathan Swift, Alexander Pope (creador en el siglo XVIII de una forma de pareado epigramático) y Oscar Wilde. En Francia destacan especialmente Voltaire y Nicolás Boileau. En Alemania, G. E. Lessing. El epigrama también se encuentra en literaturas no occidentales, como la china y japonesa; en esta última puede decirse que el epigrama se encuentra emparentado con la forma poética conocida como haiku. Puede aplicarse el término a cualquier aforismo ó dicho más ó menos sentencioso, e incluso hasta a cierto tipo de narración hiperbreve.

Ejemplos de epigrama:

El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo hacer este hospital...
y también hizo los pobres.
(Juan de Iriarte, El señor don Juan de Robres)


¡Eres un cohete, mujer!
Le dijo a Pepa Fray Diego.
¿Si? Dijo ésta… Señor lego,
si soy cohete, ¿cómo ayer
a pesar de vuestro fuego
no me pudiste encender?
(Juan Cruz Varela, Epigrama)


En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
(Jaime Gil de Biedma, De vita beata)



Si Dios un día
cegara toda fuente de luz,
el Universo se alumbraría
con esos ojos que tienes tú.

Pero si –lleno de agrios enojos
por tal blasfemia- tus lindos ojos
Dios te arrancase,
para que el mundo con la alborada
de tu pupila no se alumbrase;
aunque quisiera, Dios no podría
tender la Noche sobre la Nada…

Porque aún el mundo se alumbraría
¡con el recuerdo de tu mirada!
(José P.H. Hernández, A unos ojos astrales)


EPIGRAMAS DE ERNESTO CARDENAL


1

Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.
Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica.
Y si al amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.


2

De estos cines, Claudia, de estas fiestas,
de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia
(si acaso)
y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también en mis versos
para ridiculizarlos.


3

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo
.




EL MADRIGAL

Poema estrófico compuesto por una combinación libre de heptasílabos y endecasílabos que no tiene forma fija en cuanto al número de sus estrofas ni al número de los versos que debe contener cada una de ellas. El tema debe ser de carácter amoroso e idílico; se recomienda que los madrigales sean breves y que la combinación de los versos sea armónica y sencilla.
El madrigal se presta muy bien a ser cantado y fue especialmente cultivado en el Renacimiento.
El nombre y la forma son de origen italiano. Y en Italia alcanzó su mayor esplendor, no sólo literario, con poemas de Dante, Petrarca, Tasso, Guarini y otros, sino que también tuvo un extraordinario auge musical, pues numerosos compositores pusieron música a estos textos. Probablemente el más destacado de todos ellos fuese Luca Marenzio (1553-1599), a quien sus contemporáneos calificaron de “Divino”.

Ejemplo de madrigal: A unos ojos

(Autor: Gutierre de Cetina)


Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a quien os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
¡ya que así me miráis, miradme al menos!



Otros:

Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.
Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.
(Amado Nervo, Madrigal)


Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.
Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.
Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva
el finado clavel, si la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.
(Rafael Alberti, Madrigal al billete de tranvía)



Desnudas han caído
las once campanadas.
Picotean la sombra de los árboles
las gallinas pintadas
y un enjambre de abejas
va rezumbando encima.
La mañana
ha roto su collar desde la torre.
En los troncos, se rascan las cigarras.
Por detrás de la verja del jardín,
resbala,
quieta,
tu sombrilla blanca.
(Dámaso Alonso, Madrigal de las once)


Aunque esta forma poética no conlleva un ordenamiento riguroso específico, el poeta Cirilo Toro Vargas se ha tomado la licencia de crear la octolaba (ó estrofa cirílica), que responde al siguiente esquema: 7a-11B-11B-7a-11C-11C-7a-11A


Un beso

Un beso me perdí
por libar en tu embriagante sonrisa
la miel apetecible que en la brisa
me llega, oh hurí,
meciéndose en nube de placeres.
Deshilando gratos amaneceres
un beso te pedí
en la búsqueda indomable del sí.


Picardía

La ingenua lozanía
que de tus labios sutiles emerge
en la magia del encanto sumerge
mi emoción, mi poesía
evocando aires de primavera
que en alas de una quimera
susurra picardía
de tu sonrisa egregia sinfonía.


Desvarío

No sumas mi tristeza,
tristeza de amor no correspondido,
en sentimiento agónico y dolido.
Quien cobijado empieza
al amparo fugaz de tu alegría
sabe que su corazón desvaría
al borde de nobleza
del dolor que en tu pecho se adereza.


Utilizando el mismo esquema, Marcelo Galliano compuso el siguiente madrigal acróstico intitulado “Su mirada”.

Siento sus fuertes ojos
urdiendo esa mirada que me ultima,
me instiga, me provoca, me lastima,
Inunda mis despojos.
Ruego escapar, siempre termino cerca,
atado a su designio, nunca alerta.
¡Dicte Dios un cerrojo
a esos iris de fuego, casi rojos!


miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL RONDEL

Es una composición poética de origen francés cuyos versos pueden ser en total 9, 10, 12, 13 o 15, y su medida octosílaba o decasílaba. Dividida en estrofas con dos rimas, la combinación más frecuente es la del rondel de 13 versos, en tres estrofas (4+4+5), bajo el esquema abba-abab-abbab.
Lo que caracteriza a esta forma poética es la repetición: los dos primeros versos de la composición son los mismos que los dos finales del segundo cuarteto, y el verso último del quinteto es el mismo que el primer verso del cuarteto inicial.
Sin embargo, al final del poema también se puede repetir sus dos primeros versos, en lugar del primero solamente, conteniendo entonces 14 versos (4+4+6), siendo entonces su esquema: abba-abab-abbaab.
En España se cultivó en el siglo XV; casi siempre como poema amoroso en redondillas octosílabas.


Solamente sé quererte,
Luis Estoico

Solamente sé quererte
con devoción extremada
que no temo para nada
a la tan temida muerte.

Tú eres el as de mi suerte
contra su carta marcada.
Solamente sé quererte
con devoción extremada.

Solamente con tenerte
la vida tengo ganada
que no importa que mojada
deje mi oreja la muerte.
¡Solamente sé quererte…!



Los escritores modernistas han imitado el rondel francés, pero han introducido modificaciones, ya en el orden de las rimas o bien en la conformación de sus estrofas.


Rondeles, Julián del Casal

I

De mi vida misteriosa,
tétrica y desencantada,
oirás contar una cosa
que te deje el alma helada.

Tu faz de color de rosa
se quedará demacrada,
al oír la extraña cosa
que te deje el alma helada.

Mas sé para mí piadosa,
si de mi vida ignorada,
cuando yo duerma en la fosa,
oyes contar una cosa
que te deje el alma helada.

II

Quizás sepas algún día
el secreto de mis males,
de mi honda melancolía
y de mis tedios mortales.

Las lágrimas a raudales
marchitarán tu alegría,
si a saber llegas un día
el secreto de mis males.

III

Quisiera de mí alejarte,
porque me causa la muerte
con la tristeza de amarte
el dolor de comprenderte.

Mientras pueda contemplarte
me ha de deparar la suerte,
con la tristeza de amarte
el dolor de comprenderte.

Y sólo ansío olvidarte,
nunca oírte y nunca verte,
porque me causa la muerte
con la tristeza de amarte
el dolor de comprenderte.


Rondel de los pozos de nieve, Alfonso Reyes

De Alfónsigo es decir pistacho
sinople y gualda las colores
y el frío cuaja otros sabores
regaliz y kummel borracho.

Es mejor cortar sin empacho
donde están los gajos mejores
de Alfónsigo es decir pistacho
sinople y gualda las colores.

Cedan las bodas de Camacho
y cedan las telas mayores
del Veronés y otros pintores
al fausto del frío pistacho
sinople y gualda las colores.



Finalmente tenemos el rondel doble, que se encuentra conformado por cuatro estrofas distribuidas de la siguiente manera:

Primera estrofa: A¹B¹BA
Segunda estrofa: ABA¹B¹
Tercera estrofa: ABBA
Cuarta estrofa: repite íntegramente la primera estrofa



Luis Estoico
La muchacha más hermosa


La muchacha más hermosa
se avergüenza fácilmente
si algún joven de repente
le obsequia una bella rosa.

Es que ella es tan candorosa,
un querube ciertamente.
¡La muchacha más hermosa
se avergüenza fácilmente!

Es tan bella y ruborosa
que descuella entre la gente
pues resalta simplemente
con su carita preciosa.

La muchacha más hermosa
se avergüenza fácilmente
si algún joven de repente
¡le obsequia una bella rosa...!



LA BALADA

Es una forma fija del lirismo cortesano del final de la Edad Media, que aparece en el siglo XIV. La poesía es entonces disociada de la música, pero la musicalidad es creada en la escritura misma del poema. En efecto, la balada tiene la particularidad de repetir un mismo verso, estribillo, al final de cada tres estrofas. Está constituida por octosílabos y las rimas están cruzadas.

En la antigua poesía francesa, la balada es una forma poética que por lo general abarca tres estrofas de ocho versos con una estrofa final de cuatro versos, a manera de conclusión, llamada envoi (envío), que incluye una dedicatoria personal a una persona importante o a un ser personificado. Con algunas variaciones, los versos de cada una de las tres estrofas iniciales responden al esquema ababbcbc*; los de la estrofa final, al siguiente: bcbc* (donde el verso señalado con asterisco indica que éste se repite íntegramente).


¡SOIS MI GRAN AMOR…!
Luis Estoico

No me seáis querellosa
sabiendo que bien os quiero,
el tino cobrad, mi rosa,
pues me afligís por entero.
Jamás este caballero
os causaría dolor,
ni siquiera el más ligero
¡porque sois mi gran amor!

Y si os han dicho otra cosa
parad mientes, mi lucero,
que la gente es envidiosa
y existe tanto embustero.
Vos sabéis que yo prefiero
hablar todo y sin temor,
nunca os hiciera algo fiero
¡porque sois mi gran amor!

Pues sin tiento y licenciosa
y a veces sin asidero
la gente habla por ociosa,
por pasar el día entero.
Amada mía, os reitero:
soy vuestro fiel amador,
que por vos existo y muero
¡porque sois mi gran amor!


Envío

Señora: de una que quiero
ayer defendí el honor,
pero erais vos, mi lucero,
¡porque sois mi gran amor!



Originalmente escrita para ser acompañada por música, el origen de la balada parece remontarse a las fuentes medievales italianas y provenzales. La forma se elaboró por primera vez en la obra del poeta y compositor francés del siglo XIV Guillaume de Machaut (1300-77), y los ejemplos mejor conocidos pertenecen a poetas franceses del mismo siglo y del siguiente, sobre todo François Villon y Charles  D’Orleans.

Según los países, las baladas adoptan distintas formas de versificación y hasta nombres diferentes. Las baladas inglesas y estadounidenses, por ejemplo, siempre se ajustan a la rima y están divididas en estrofas. Las baladas rusas (byliny) no tienen rima, ni se organizan en estrofas.
Los viser daneses tienen rima asonante sólo en los versos pares y se disponen en estrofas.

La difusión de las baladas estuvo a cargo de cantantes y músicos profesionales que se ocupaban de entretener a nobles, ricos burgueses o clérigos. Pero su popularidad se extendía también entre estamentos más humildes. Ésa fue la función de los juglares que, en el caso de España, permitió compartir historias de amor, hazañas heroicas y hasta noticias más o menos contemporáneas. El oficio de los juglares (su mester) llegó a generar la tendencia poética conocida como mester de juglaría. La balada, modernamente, se asocia en el ámbito de habla hispana con formas de la canción popular (seguramente por influjo de las folk ballads inglesas).

Una escritora y cantante como la argentina María Elena Walsh es autora de una serie de poemas llamada “Baladas con ángel”. Una de ellas, la “Verídica balada de la flor de madera”, está compuesta por ocho estrofas de seis versos, los cuatro primeros eneasílabos y los dos últimos endecasílabos, que actúan a manera de envío ó tornada. Los endecasílabos finales se repiten en todas las estrofas menos en la última. Valga como ejemplo el comienzo de este poema:

Ella volvía alegremente
de las tempranas arboledas,
con una paloma en los ojos
y con una flor de madera.
Ella volvía tan alegremente
del amor nuevo y de la primavera.




Balada
Gabriela Mistral

Él pasó con otra;
yo le vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!

Él va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.
¡Y él va amando a otra
por la tierra en flor!

El besó a la otra
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!

El irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiera callar.)
¡Y él irá con otra
por la eternidad!



Balada del agua del mar
Federico García Lorca

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

—¿Qué vendes, oh joven turbia
con los senos al aire?

—Vendo, señor, el agua
de los mares.

—¿Qué llevas, oh negro joven,
mezclado con tu sangre?

—Llevo, señor, el agua
de los mares.

—Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?

—Lloro, señor, el agua
de los mares.

—Corazón, y esta amargura
seria, ¿de dónde nace?

—¡Amarga mucho el agua
de los mares!

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.




Balada de la flor de la jara
Juan Ramón Jiménez

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

Flor de la jara, que hoy floreces
blanca, estrellada de carmín,
a la mañana, ¡cuántas veces
te he recordado en mi jardín!

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

¡Eras la gracia y la armonía,
eras la paz y la canción,
lo que llenaba de alegría
la soledad del corazón!

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

Hoy que apareces, Blanca, para
llevarme al cielo que perdí,
¡oh, Blanca! ¡oh, luz, flor de la jara!
¡di que eres toda para mí!

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.



 

martes, 24 de noviembre de 2009

LA SEXTINA PROVENZAL

Es una compleja combinación de treinta y nueve endecasílabos estructurados en seis estrofas de seis versos cada una y una contera final de tres versos inventada por el trovador provenzal Arnaut Daniela fines del siglo XII.
No tiene rima, sino una serie de seis palabras finales que se van repitiendo en distinto verso, pero siempre al final de cada uno, en cada estrofa, de forma que las seis palabras finales de los seis versos de las seis estrofas sean las mismas, sólo que en diferente posición.
Si bien la sextina es isométrica en su desarrollo, ya la de Arnaut Daniel cuenta con versos de distinta medida (7, 10, 10, 10, 10, 7).
El trovador Ponce Fabre d’Uzès escribe una en octosílabos, y Crespí de Valdaura emplea el dodecasílabo dactílico y no el endecasílabo.


El esquema de las palabras finales de los versos es la siguiente:
1ª Estrofa: A–B–C–D–E–F
2ª Estrofa F–A–E–B–D–C
3ª Estrofa C–F–D–A–B–E
4ª Estrofa E–C–B–F–A–D
5ª Estrofa D–E–A–C–F–B
6ª Estrofa B–D–F–E–C–A

El remate o contera se constituye con tres versos donde se incluyen dos de estas palabras finales en cada uno de los tres versos, una al principio y otra al final, con una estructura que suele ser:
1° verso:  A–B
2° verso: C–D
3° verso: E–F

La disposición de las últimas palabras de cada verso sigue la norma de que la última palabra del último verso de una estrofa sea la última palabra del primer verso de la siguiente, la última palabra de segundo verso sea la última del primer verso de la anterior estrofa y la última del tercer verso sea la última del penúltimo verso de la estrofa precedente.


Jaime Gil de Biedma
Apología y petición

¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.



Ahora y gracias a don Fernando Ortiz, que ha tenido la deferencia de dejarnos su propia traducción de la primera sextina provenzal, sobre la que hizo en prosa Martin de Riquer, se ofrece:

El fiel amor

El fiel amor que al corazón me entra
no lo puede sajar pico ni uña
de chismosos que así pierden su alma.
Pues no les doy con rama ni con verga,
iré a escondidas, cuando no esté el tío.
Disfrutaré el vergel, dentro de cámara.

Cuando a veces me acuerdo de la cámara
siento daño, que en ella sólo entra
nada más que algún hermano o tío,
me tiembla todo miembro, hasta la uña.
Sí, como el niño tiembla ante la verga:
siento pavor si no me acerco a su alma.

Si entrara todo el cuerpo, mas no el alma,
tolerándome oculto allí en su cámara,
heriría mi corazón mi verga
pues su siervo no está donde ella entra;
he de ser de ella como carne y uña,
sin sermones de amigo ni de tío.

Pues nunca yo a la hermana de mi tío,
amé tanto ni más, por esta mi alma.
Si ella quisiese, como dedo a uña,
sería siempre vecino de su cámara.
Pues el amor que al corazón me entra
mejor es que hombre fuerte y débil verga.

Después que floreció la seca verga
y don Adán hubo sobrino y tío,
leal amor al corazón me entra
–no creí que existiese en cuerpo ni alma–.
Donde esté, fuera o dentro de la cámara,
no me separe yo tal carne de uña.

Que así como se arraiga así se aúña
mi amor en ella tal corteza en verga,
Mi gozo es, torre, alcázar, cámara;
No amo tanto a pariente, hermano y tío.
El Paraíso será doble a mi alma
si el que por bien amar Allí se adentra.

Arnaut envía su cantar de uña y tío,
a la que tiene de su verga el alma,
su Deseado, de cámara prez, entra.



SOBRE LA CONTERA

La contera se compone de tres versos, cada uno de ellos contiene dos palabras–rima, tomadas de manera que los números que indican su orden de colocación en la 1ª estrofa, coinciden con los de las caras opuestas del dado. Los versos del envío o contera contienen los pares de palabras–rima 1/6, 2/5, 3/4, siendo indiferente su orden dentro del verso y de la contera. Muchos autores han cambiado su esquema, no cumpliendo la regla del dado que siguió su creador:

Miguel de Cervantes,
en “La Galatea”

En áspera cerrada oscura noche,
sin ver jamás el esperado día,
y en contino crecido amargo llanto,
ageno de placer, contento y risa
merece estar, y en una viva muerte,
aquel que sin amor pasa la vida.

¿Qué puede ser la más alegre vida
sino una sombra de una breve noche,
o natural retrato de la muerte,
si en todas quantas horas tiene el día,
puesto silencio el congojoso llanto
no admite del amor la dulce risa?

Do vive el blando amor, vive la risa,
y a donde muere, muere nuestra vida,
y el sabroso placer se vuelve en llanto,
y en tenebrosa sempiterna noche
la clara luz del sosegado día,
y es el vivir sin él amarga muerte.

Los rigurosos trances de la muerte
no huye el amador, antes con risa
desea la ocasión, y espera el día
donde pueda ofrecer la cada vida
hasta ver la tranquila última noche,
al amoroso fuego, al dulce llanto.

No se llama de amor el llanto llanto,
ni su muerte llamarse debe muerte,
ni a su noche dar título de noche:
su risa si llamarse debe risa,
y su vida tener por cierta vida,
y solo festejar su alegre día.

¡O venturoso para mí este día
do pido poner freno al triste llanto,
y alegrarme de haber dado mi vida
a quien dármela puede, o darme muerte!
¿más que puede esperarse sino es risa
de un rostro que al sol vence y vuelve en noche?

Vuelto ha mi escura noche en claro día
Amor, y en risa mi crecido llanto,
y mi cercana muerte en larga vida.


–Incluso en esta sextina puede verse una alteración en el orden dispositivo de las palabras–rima en la conformación de las estrofas.


Lope de Vega,
en “El remedio en la desdicha”

Hermosas, claras, cristalinas fuentes,
jardines frescos, celebrados árboles,
que aquí me vistes de Jarifa hermano,
ya no soy el hermano de Jarifa;
ya puedo ser su amante y ser su esposo
dad todos parabién a Abindarráez.

Ya no soy aquel triste Abindarráez
que os daba tanto llanto, puras fuentes;
ya no escribiré hermano, sino esposo,
por las cortezas de los verdes árboles.
Pero, si no me quiere mi Jarifa,
¿Cuánto mejor me fuera ser su hermano?

Mas, aunque no me quiera, el ser su hermano
ya quita la esperanza a Abindarráez
de la gloria que el alma ve en Jarifa.
dirán que esto es verdad las sordas fuentes,
y sus hojas harán lenguas los árboles.
Tanto es el bien de poder ser su esposo.

Si sólo el ser posible ser su esposo
estorbaba del todo el ser su hermano,
jardines, hiedras, flores, plantas, árboles,
aquí, donde lloraba Abindarráez,
hechos sus ojos caudalosas fuentes,
aquí se llama esposo de Jarifa.

¡Cielos ! ¿Que gozar puedo de Jarifa?
¿Que ya es posible que yo sea su esposo?
Riendo lo murmuran estas fuentes,
que me llamaron tristemente hermano.
Decid que soy su esposo Abindarráez;
que el viento os dará voz, amigos árboles.

¡Qué de veces al pie de aquestos árboles
miré los bellos ojos de Jarifa,
y ella me dijo, "¡Hermano Abindarráez!"
Pues ya su esposo soy, no soy su hermano,
o a lo menos ya puedo ser su esposo.
Decídselo, si vuelve, claras fuentes.

Fuentes, ya cesa el llanto; verdes árboles,
ya parto a ser esposo de Jarifa,
que ya no soy su hermano Abindarráez.


Javier Salvago
La poesía

Durante muchos años, lo fue todo.
Pusiste en ella tus mejores sueños.
Le diste lo mejor de ti y tu tiempo
esperando llegar a ser tú mismo.
Durante muchos años, fue el sentido
y la razón de ser de tu existencia.

Ahora que el final de tu existencia
se acerca y que se va acabando todo,
sin ilusiones vanas, sin sentido
–pues ella era el sentido–, ya sin sueños,
asumes lo que ves como tú mismo
y te aceptas después de tanto tiempo.

Te preguntas: ¿gané con ella el tiempo
o fue tiempo perdido? Tu existencia
sabes muy bien que no sería lo mismo
sin ella. Pero a veces crees que todo
habría sido más fácil sin los sueños
de gloria que nublaron tu sentido.

Sientes que en este mundo sin sentido
en el que dicen que hasta es oro el tiempo,
habría sido mejor dejar los sueños
y creer solamente en la existencia
de lo contante y lo sonante. Todo
lo que no es eso, sobra y da lo mismo.

¿De qué valió esforzarte en ser tú mismo
y en buscarle a las cosas su sentido?
Sobrevivir un día más es todo
sin otro afán que ver pasar el tiempo.
Hacia la mar discurre tu existencia.
Y es otra la materia de tus sueños.

Ella se fue, como llegó, entre sueños,
acaso porque tú no eras el mismo,
dejando más vacía tu existencia.
Y ni puedes decir que lo has sentido.
También uno se cura, con el tiempo,
de sufrir, de escribir, de ser… De todo.

Harto de la existencia, harto de todo,
de los sueños, del mundo y su sentido,
del tiempo, de ella y hasta de ti mismo.


–En esta última composición puede observarse que el verso primero de la contera termina con la misma palabra con que concluye el verso de la estrofa precedente.



Entre los franceses la contera o envío suele construirse con cuatro versos, tal como lo señala Alfred Canel en su libro “Recherches sur les jeux d'esprit, les singularités et les bizarreries littéraires principalement en France” (1867):

«La sextine est une pièce de poésie qui se compose de six strophes ayant chacune six vers, plus la conclusion en quatre vers.»

Pontus du Thyard
en “Erreurs amoureuses” (1549)

Le plus ardant de tous les Elemens
N'est si bouillant, alors que le Soleil,
Au fort d'esté le fier Lyon enflame,
Comme je sens aux doux traits de ton œil,
Estre enflammé et bouillante mon ame :
Le triste corps languissant en tourmens.

A ces piteux travaux, à ces tourmens,
N'ont les hauts Cieux, et moins les Elemens,
Fait incliner, ou descendre mon ame.
Mais, comme on voit les rayons du Soleil
Eschauffer tout çà bas, ainsi ton œil
Rouant sur moy de plus en plus m'enflame.

Je voy souvent Amour, lequel enflame,
Pour me donner plus gracieux tourmens,
Ses traits cuisans en ton flamboyant œil.
Lors me muant en deux purs elemens,
Le corps se fond en pleurs, quand ce Soleil
Empraint le feu plus ardemment en l'ame.

Vienne secher toute langoureuse ame
(Si comme moy Amour trop fort l'enflame)
Ses tristes pleurs, aux rais de mon Soleil.
Vienne celuy, qui comblé de tourmens
Se pleint de Dieu, du Ciel, des Elemens,
Chercher confort au doux tret de cet œil.

Le doux regard, ou fier tret de cet œil,
Fait ou joyeuse, ou dolente toute ame,
Et temperez, ou non, les Elemens.
Aussi c'est luy, qui rend froide ou enflame
L'occasion de tous ces miens tourmens,
Et qui m'est nuict obscure ou cher Soleil.

Fuyant le jour de ce mien beau Soleil,
Tout m'est obscur, et rien ne voit mon œil
Que dueil, ennui, et funebres tourmens.
Tourmens si grands, que ma douloureuse ame
Meut a pitié le Dieu qui tout m'enflame,
Mesme le Ciel, et tous les Elemens.

Plutost ne soit resoult en Elemens
Ce corps, ny l'ame  au ciel sur le Soleil
Puisse saillir, que doux ne me soit l'œil
Lequel m'enflame  et me tient en tourmens.



De igual cantidad de versos consta la contera de la primera sextina catalana que se conoce, perteneciente a un poeta anónimo, y escrita en 1614 durante las fiestas que se llevaron a cabo en Barcelona por motivo de la beatificación de Santa Teresa de Jesús.
En esta contera tetrástica puede verse que el último verso no recoge ninguna de las palabras-rima; antes bien cierra el poema rimando con el precedente.


Al sagrat mont de Carmelo…

Gozes, excels Carmelo, infinits segles
La fruyta rica de la nova planta
Que à produït lo Cel en nostres dies,
De tes collades verdes en la marge,
Per dar a ta familia inmortal Ilustre
Sobre la antigua y soberana glòria.

Dichosa planta, que és honor y glòria
D’estos per ella venturosos segles,
Per qui és la neu tornada al primer Ilustre,
Que, abans que la ofengués humana planta,
Gozar pogué per ta argentada marge
Del gran Albert en los dichosos dies.

Teresa és, per qui en estos últims dies
La juvenil y primitiva glòria
Has recobrat, com la àguila en la marge,
Per viure alegres y perennes segles.
Arbre de vida te serà  esta planta,
Que de la mort preserve lo teu Ilustre.

Lo zelador profeta, glòria E ilustre
De ta florida serra, en nostres dies,
Per benefici d’esta Ilustre planta,
Restituyr à vist aquella glòria
Que de sa mà reberes altres segles
Quant blanchs anyells guardava per ta marge.

Ya de vuy més en la graciosa marge
Se tornaran a veure ab lo antich Ilustre
Eutropis y Cirilles de aquells segles,
Los àngels, los Alberts, que en altres dies
Te feren en la terra ser de glòria
Un paradís, ab rica y fèrtil planta.

Y ab noves flors la generosa planta
De gràcies belles vestirà la marge,
Y Eufràsies y Eufrosines, que a la glòria
Dels celestials jardins per major Ilustre
Tresplantades seran al fi dels dies,
Darà de olor suau en eterns segles.

Y en lo segle dels segles esta planta
Que brota en nostres dies en ta marge,
Conservarà lo Ilustre de ta glòria,
Fent inmortal la fama ta memòria.



Y ahora veamos esta sextina rimada que Juan Caramuel incluye en la “Rhythmica” de su “Primus Calamus” (1665), donde la contera constituye toda una estrofa que recobra el orden de las palabras-rima, siendo los versos primero, quinto y sexto endecasílabos; y los versos segundo, tercero y cuarto heptasílabos:


O Amado Redempor, ô dulce Esposo,
De la vida y verdad soys camino,
Y de infinita essencia fiel dechado:
Yo un grande peccador, pero dichoso
Por besar oy en vuestro pie divino
Abierta llaga con buril sagrado.

Del pie a la mano, Príncipe sagrado,
Me paso audaz; y pues de sêr mi Esposo
Esperança me da favor divino,
La mano os beso; y vuélvome al camino
De la gracia perdida; y muy dichoso
Seré, si soy de vuestro Amor dechado.

Vuestra ley tomaré por fiel dechado,
Y vuestro pecho abierto por sagrado:
Seré, si habito en este, muy dichoso:
Seréis, si persevero, dulce Esposo:
Y si me muero en él, seréis camino,
Que me condusga a solio más divino.

Contemplaré de vuestro sêr divino,
Expresso en la passion, feliz dechado:
Entraré por la cruz, y de camino
En ella besaré matiz sagrado;
Y postrado a los pies de un dulce Esposo
Por una eternidad seré dichoso.

Vuestro soy ya, Señor. O que dichoso
Es oy mi coraçon! Ô que divino
Es el fuego que siento, Amado Esposo!
De vuestras glorias oy seré dechado:
No tengo que temer, porque al sagrado
Solio de Dios seguro ya camino.

Al puerto ya llegué. No ay más camino
Que correr, porque soy Iasón dichoso,
Que navegó por piélago sagrado,
Y llegó a conquistar vellón divino.
Y en él un rico y celestial dechado
De todas las virtudes del Esposo.

Para pues coraçon, donde tu Esposo
Puso fin al camino.
Pues eres su dechado,
Y pues eres dichoso
Entre luzeros de esplendor divino
Goza favores del Amor sagrado.
  



LA SEXTINA DOBLE

Esta composición consta de doce estrofas (ABCDEF–FAEBDC–CFDABE–ECBFAD–DEACFB–BDFECA-ABCDEF–FAEBDC–CFDABE–ECBFAD–DEACFB–BDFECA), a las que sigue el terceto final.
Usada por Dante y Petrarca en Italia, algunos poetas españoles también la ensayaron, entre ellos Gutierre de Cetina y Jorge de Montemayor.
De este último poeta extraemos este ejemplo hallable en el Libro Quinto de su obra “Los siete libros de la Diana”:

¡Ay, vanas esperanzas, cuántos días            
anduve hecho siervo de un engaño,              
y cuán en vano mis cansados ojos                
con lágrimas regaron este valle!                    
Pagado me han amor y la fortuna,                
pagado me han, no sé de qué me quejo.                  

Gran mal debo pasar, pues yo me quejo,             
que hechos a sufrir están mis ojos                
los trances del amor y la fortuna.                 
¿Sabéis de quién me agravio? De un engaño         
de una cruel pastora de este valle,                
do puse por mi mal mis tristes ojos.            

Con todo mucho debo yo a mis ojos,                    
aunque con el dolor de ellos me quejo,                   
pues vi por causa suya en este valle            
la cosa más hermosa que en mis días          
jamás pensé mirar y no me engaño.              
Pregúntenlo al amor y a la fortuna.              

Aunque por otra parte la fortuna,             
el tiempo, la ocasión, los tristes ojos,         
el no estar receloso del engaño,         
causaron todo el mal de que me quejo;                   
y así pienso acabar mis tristes días             
contando mis pasiones a este valle.             

Si el río, el soto, el monte, el prado, el valle,                  
la tierra, el cielo, el hado, la fortuna,            
las horas, los momentos, años, días,            
el alma, el corazón, también los ojos,           
agravian mi dolor cuando me quejo,            
¿por qué dices, pastora, que me engaño?               

Bien sé que me engañé, mas no es engaño,           
porque de haber yo visto en este valle                    
tu extraña perfección, jamás me quejo;                  
sino de ver que quiso la fortuna                    
dar a entender a mis cansados ojos             
que allá vendría el remedio tras los días.                

Y son pasados años, meses, días,               
sobre esta confianza y claro engaño,           
cansados de llorar mis tristes ojos,              
cansado de escucharme el soto, el valle,                 
y al cabo, me responde la fortuna                 
burlándose del mal de que me quejo.           

Mas, ¡oh triste pastor! ¿De qué me quejo            
si no es de no acabarse ya mis días?             
¿Por dicha era mi esclava la fortuna?          
¿Halo ella de pagar, si yo me engaño?          
¿No anduve libre, exento en este valle?                   
¿Quién me mandaba a mí alzar los ojos?                 

Mas, ¿quién podrá también domar sus ojos,                  
o cómo viviré si no me quejo             
del mal que amor me hizo en este valle?                 
¡Mal haya un mal que dura tantos días!                  
Mas no podrá tardar, si no me engaño,                   
que muerte no dé fin a mi fortuna.                

Venir suele bonanza tras fortuna,            
mas nunca la verán jamás mis ojos,             
ni aun yo pienso caer en este engaño,          
bien basta ya el primero de quien quejo,                
y quejaré, pastora, cuantos días                    
durare la memoria de este valle.                   

Si el mismo día, pastora, que en el valle             
dio causa que te viese mi fortuna                 
llegara el fin de mis cansados días,               
o al menos viera esquivos esos ojos,            
cesara la razón con que me quejo,               
y no pudiera yo llamarme a engaño.             

Mas tú, determinando hacerme engaño             
cuando me viste luego en este valle,            
mostrábaste benigna. ¡Ved si quejo             
contra razón, de amor y de fortuna!            
Después no sé por qué vuelves tus ojos;                
cansarte deben ya mis tristes días.              

Canción, de amor y de fortuna quejo,                 
y pues duró un engaño tantos días,             
regad ojos, regad el soto, el valle.   


Con respecto a esta doble sextina, como señala Joaquín Arce, hay un error en la segunda estancia al colocar como palabra final del segundo verso "ojos" en lugar de "días".


Ahora veamos la sextina doble de Gutiérre de Cetina:


Tantas estrellas no nos muestra el cielo


Tantas estrellas no nos muestra el cielo,
Ni tantas flores por Abril el prado,
Ni tantas yerbas tiene el verde campo,
Ni tantos animales hay en bosque,
Ni tiene tantos peces algún golfo,
Cuantas mi corazón rabiosas quejas.

Dorida, si al dolor destas mis quejas
Te hielas (porque así lo ordena el cielo),
¿Á qué, triste, me voy de prado en prado,
Renovando mi mal de campo en campo,
Y en el más solitario oculto bosque
Allí hago de lágrimas un golfo?

En débil barca, en peligroso golfo,
Cargado de mil ansias y mil quejas,
No hago sino dar quejas al cielo
No da ya para mí flores el prado;
No veo cosa verde en algún campo,
Ni lugar de reposo en algún bosque.

¿Cuál fiera tan feroz se alberga en bosque?
Cuál fortuna se vió jamás en golfo,
Que no se amanse al són destas mis quejas?
Amor, deseo, temor, fortuna, el cielo,
Me hicieron dejar el verde prado,
Por llorar mi dolor de campo en campo.

El lecho siento de batalla campo,
Que alegre solía ser, en cualquier bosque;
Y si, por mejorar, me meto en golfo,
Los suspiros me abrasan de mis quejas;
Enójanme la mar, la tierra, el cielo,
El campo, el bosque y el florido prado.

Si salgo por mirar el verde prado,
Allí es luego el amor conmigo al campo;
Huyendo mí dolor me voy al bosque,
Y allí hace el dolor de llanto un golfo;
Do quier que voy, la causa de mis quejas
Me hace demandar merced al cielo!

¿Cuál destino cruel ¡oh airado cielo!
Me quito de pisar el verde prado,
Siguiendo por descuido por el campo
Mis tristes ovejuelas, ó en el bosque,
Para sentir en tan extraño golfo
Caribdi y Sei lia al són destas mis quejas?

¿Á quién podrían mover ya tantas quejas,
Si no pueden mover jamás el cielo?
Poco siente mi mal el verde prado, (golfo)
Las flores que hay en él, ni en algún campo,
Ni sabe que es dolor inculto bosque,
Airado mar, ni tempestuoso golfo.

Pasando á nado el tempestuoso golfo,
Con el alma cargada de mis quejas,
El mi polo cubrió turbado el cielo;
Y andándolo á buscar de prado en prado,
Sin hallar rastro dél en ningún campo,
Triste vílo esconder dentro de un bosque.

Alto, sombroso y solitario bosque,
De mi dolor tempestuoso golfo,
Ardentísima fuerza de mis quejas,
Y todo lo demás que rige el cielo,
Sed testigos que amor en verde prado
Á matarse salió conmigo á campo.

(No pensé yo que Amor solo en el campo
anduviese a cazar, ni en algún bosque;
ni que le agrade ver de llanto un golfo,
procurando que de él siempre haya quejas.
Mas, ¡ay!, que no fue Amor, hízolo el cielo
y una flor que enrtre flores vi en un prado.)

Ya se comienza á matizar el prado;
Ya de su verde se reviste el campo;
Ya las hojas adornan más el bosque
Ya se tranquila el fortunoso golfo.... 
Solo en la multitud de tantas quejas,
No ha querido mudar orden el cielo.

Pues el prado no siente ya, ni el cielo,
Mis tristes quejas, ni el desierto campo,

Como en el golfo me sepulte el bosque.


En esta sextina doble entre paréntesis figura la palabra-rima que correspondería allí. 
Amén ello, es de destacar el esquema establecido por el poeta para este poema, distinto del provenzal originario:

ABCDEF
FABCDE
EFABCD
DEFABC
CDEFAB
BCDEFA




Vayamos ahora con esta sextina doble de Francesco Petrarca:

Mi benigna fortuna y vivir ledo
los claros días y tranquilas noches,
el suave suspirar y el dulce trazo
con que ayer componía verso y rimas,
vueltos de improviso en pena y llanto,
me hacen odiar la vida e ir tras la muerte.

Cruel, acerba, inexorable muerte,
razón me das de nunca más ser ledo,
mas de arrastrar toda mi vida en llanto,
y en días tristes y dolientes noches;
mi vano suspirar no cabe en rimas
y mi martirio vence todo trazo.

¿Dónde se ha huido mi amoroso trazo?
A hablar de ira y a tratar de muerte.
¿Qué se hicieron los versos y las rimas,
que un noble pecho oía absorto y ledo?
¿Dónde el fabular de amor las noches?
Hoy no hablo ya, ni pienso más que en llanto.

Me fue mientras vivió tan dulce el llanto,
que de dulzura henchía amargo trazo,
haciéndome velar todas las noches;
amargo el llanto es más hoy que la muerte,
pues no espero ya más su gesto ledo,
alto sujeto de mis bajas rimas.

Amor le dio de blanco a verso y rimas
sus ojos, como ahora les da el llanto,
recordando con dolor el tiempo ledo;
y así cambiando voy yo ya mi trazo
y suplicando a ti, pálida muerte,
que de mí apartes tan dolidas noches.

Ha huido el sueño de mis tristes noches,
y el son antiguo de mis roncas rimas,
que no saben tratar más que de muerte;
así mi canto se ha mudado en llanto;
no hay para el Amor tan vario trazo,
pues hoy es triste cuanto ayer fue ledo.

Nadie vivió jamás más que yo ledo,
nadie hoy vive más tristes días y noches;
doblándose el dolor, se dobla el trazo,
que traen del corazón mis tristes rimas;
viví esperando y hoy vivo del llanto,
y no espero a esta muerte más que muerte.

Muerte me ha muerto; y sola puede Muerte
hacer que vuelva ver el gesto ledo
que me agradaba con suspiro y llanto
(la lluvia y la aura dulce de mis noches),
cuando tejía con conceptos rimas,
alzando Amor mi descompuesto trazo.

¡Ay, si tuviese yo tan tierno trazo
que a Laura arrebatase de la muerte,
tal como Orfeo a Eurídice sin rimas,
viviera más que nunca viví ledo!
Si no es posible, algunas de estas noches
me cierre estas mis dos fuentes de llanto.

Amor, ya muchos años he hecho llanto
mi daño grave en doloroso trazo,
y espero de ti sólo fieras noches;
mas me he movido a suplicar a Muerte
que me lleve de aquí, por quedar ledo,
allá donde es quien canto y lloro en rimas.

Si tan alto levanto estas mis rimas,
que lleguen a quien, fuera de ira y llanto,
hoy hace el cielo por sus gracias ledo,
bien aprecierá que mudo el trazo,
que le agradó quizás, antes que Muerte
diese a ella día, a mí oscuras noches.

Vosotros que tenéis mejores noches,
que oís de Amor o que decís en rimas,
rogad que no sea más sorda la Muerte,
puerto de la fortuna y fin del llanto;
y una vez mude aquel antiguo trazo
que atrista a todos, y a mí hiciera ledo.

Hacerme puede ledo en pocas noches;
con rudo trazo en angustiosas rimas
ruego que al llanto le dé fin la Muerte.